Sentarse delante de un folio en blanco e intentar poner palabras a una experiencia tan vivencial y llena de emociones se hace realmente complicado. He tardado bastante hasta tener más o menos claro de qué quería hablar…
Para mí el ir por segunda vez a Bolivia es volver a respirar. El mundo al que pertenecemos nos hace ir con prisas, corriendo de aquí para allá, sin apenas pararnos a pensar qué hacemos o por qué lo hacemos…parece que si te interrogas a ti mismo con estas preguntas debes sentirte culpable, porque estás desperdiciando ese bien tan preciado para nuestra sociedad: TIEMPO.
La falta de tiempo hace que, sin duda, no se sepa ordenar lo urgente y lo importante y que muy a menudo se confundan el uno con el otro. Terminamos a toda prisa todo lo que debe quedar hecho: papeles del trabajo, reuniones, las últimas despedidas…hasta que por fin estás subido a ese avión que te lleva no solo a otro país, sino a otra realidad.
Llegar allí y sentir que todo lo que has preparado tiene un sentido, pero al final no es lo primordial, lo verdaderamente importante es el encuentro con las personas que allí están; acompañarlas tomando un café, escucharlas hablar de sus inquietudes, cuidar de los más pequeñitos, sentirte uno más…al fin y al cabo, asombrarte con que allí, sí que está claro lo importante y lo urgente…y descubrirte a ti mismo maravillado con algo que parece tan evidente pero que se nos escapa tanto a veces.
En medio de tanto revoltijo de emociones, a veces preciosas y a veces contradictorias, te hace que te topes de bruces con una fe y un Dios desnudo que te manda un mensaje sencillo y contundente: ama al prójimo como a ti mismo, lo esencial es el aquí y el ahora.
Resulta asombroso cómo eres capaz de desprenderte de lo banal y secundario, cómo en seguida eres capaz de centrarte en las familias y personas con las que te encuentras, cómo escuchas, a menudo en el silencio del camino, que estas personas son, sin duda alguna, las preferidas de Jesús, por las que todos deberíamos tener claro que somos instrumento suyo.
Pero más asombroso es comprobar cómo se te llena el corazón de momentos de amor que a veces no eres capaz de explicar, ni de asimilar. Un amor que no cabe duda que es del bueno, del que te hace sonreír, del que se te contagia y no queda más remedio que sacar de dentro para los demás, un amor que te hace realmente feliz.
Y es lleno de todo eso cuando te das cuenta que lo importante no es el tiempo que echas de menos en tu vida de prisas y agobios. Te das cuenta que lo verdaderamente importante es ese amor que has recibido y que tienes dentro; es ahí cuando descubres que eres instrumento de Dios de ida y de vuelta. Tu misión es llenarte de todo y después volver y vaciarlo y volcarlo en los demás: con tu familia, con tus amigos, en tu trabajo, con esa persona que te cruzas por la calle y apenas conoces…
Vas a Bolivia, respiras y tomas aire, te llenas de todo aquello para comprender que aún tu misión no ha terminado; tu verdadera misión es vaciar ese amor en las personas, que equivocadas como tú, creen que lo importante es el tiempo. Qué bello comprender que Dios me eligió para llevar amor y felicidad a los demás, y que eligió un lugar tan mágico y sencillo como Bolivia para comprenderlo todo.
María del Mar Buendía Palomino, voluntaria en Roboré, Bolivia.