Guatemala, país de contrastes
Entrar en Guatemala es tener sentimientos encontrados.
Tus ojos descubren la belleza de sus paisajes, sus montañas, sus volcanes, sus aguas naturales….
Tus ojos descubren un país de color en sus telas, sus trajes, su artesanía. Colores bien conjuntados que dan vida a la calle, al mercado…
Tus ojos, tu boca, tu olfato, descubren una rica cultura llena de tradiciones mayas, con sus celebraciones, sus comidas, su marimba sonando siempre de fondo.
Todo esto compone la magia de Guatemala, un país rico… lleno de personas necesitadas, vulnerables…
Sus ojos ya no desprenden, en muchas ocasiones, esa luz, ese color.
Hemos visitado las comunidades de nuestros alumnos, la de alguno de los maestros y el barrio donde vivimos (Colonia Esperanza- Cobán) y la realidad ha explotado en nuestras caras.
Nuestros alumnos viven sin agua ni luz. Ni tan siquiera tienen cemento en sus suelos, casi todos son de barro.
En la escuela no se percibe su verdadera realidad. Allí están felices, atendidos, ocupados en cosas de niños.
Subir a la aldea de Chituj, me dejó impactada.
Niños desatendidos, con falta de higiene, pies descalzos y heridos y suplicando una naranja que estábamos repartiendo con sus manitas sucias. (La foto hubiera sido impactante, pero, por guardar su dignidad, no la pude sacar)
Los maestros nos abrieron sus casas y nos ofrecieron TODO lo que tenían, sintiéndose honrados por nuestras visitas. En realidad, el honor fue para nosotros, nos acogieron como a sus amigos y nos abrazaron con el calor de su hogar. Allí no importaba la procedencia de ninguno, ni la marca de nuestra ropa, lo importante era el COMPARTIR. Fue una experiencia increíble que llevaremos siempre en nuestro corazón.
Vivimos en la colonia “La Esperanza” y lo que vimos allí fue impactante.
Personas que viven afinadas en cuartos de madera compartiendo, quizás seis u ocho, un espacio mínimo.
Casas sin agua potable, sin luz y con poca “esperanza” (a pesar del nombre del barrio) de poder prosperar.
El corazón se nos partió cuando llegamos a visitar a doña Juana. Una ancianita que vive en dos metros cuadrados donde cocina y duerme.
No tiene ventanas, ni luz, ni agua…
Apenas se puede mover porque se cayó y se rompió la cadera. Se mueve arrastrando la silla de plástico donde está sentada.
Sus ojos, a pesar de la situación, reflejan ternura y agradecimiento por la visita y la entrega de algunos víveres y un andador.
Ella nos confiesa, que lo peor de todo es la SOLEDAD en aquella oscuridad en la que está escondida todo el día con la única compañía de tres gallinas que viven con ella.
Lo que os digo, un país lleno de contrastes. Luz, color y muchas sombras.
A veces me pregunto por qué me gusta venir a un lugar que me causa tanta indignación y me acuerdo de una frase de Tagore que leí un día y resume mis sentimientos: “Yo dormía y soñé que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y comprendí que el servicio era alegría”.
Prueba tú también: sueña, despierta, sirve… sonríe.
Silvia | Voluntaria SED Guatemala
Gracias Silvia, por tu gran corazón y por compartirlo con nosotros. La gente como tú hacéis el mundo mejor. Eso…