Después de dos semanas en la comunidad marista y de haber vivido una maravillosa experiencia con los niños y monitores del colegio Marceline Champagnatde Korhogo, nos dirigíamos a Koni, un poblado situado a tan solo 15km de la ciudad marfileña. Celia, Gloria y yo nos reencontramos con nuestros compañeros Paco y Dori, quienes ya llevaban dos semanas trabajando como sanitarios en el dispensario del poblado. Nuestra misión, inicialmente era la de abastecer el dispensario de medicamentos y formar una colonia de niños. Poco a poco, surgieron otras cositas que pudimos llevar a cabo gracias también a la presencia y colaboración de nuestras compañeras María y Blanca, dos jóvenes estudiantes de medicina que ya llevaban un par de semanas colaborando en el dispensario.
La presencia de la Hermana Nicole, superiora de la comunidad, me cautivó desde un primer momento. Aprovechando el primer domingo de misa, realizó una intervención con un mensaje pastoral sobresaliente. Además, aprovechó ese mismo momento para presentarnos a la comunidad e informar de la colonia de niños. La hermana recalcó la importancia de la higiene para formar parte de la colonia, subrayando que los niños no pueden venir sucios: “Hay que ir limpios. Escucháis: limpios. Jamás sucios, limpios” Dos días después pude comprobar que en periodo vacacional muchos de los niños trabajan en los campos y vienen a visitarnos con la misma ropa, sin ni tan siquiera haberse pasado antes por casa. En cuestión de días, fueron multiplicándose exponencialmente el número de niños y niñas de nuestra colonia. Después de una semana de actividades, clausuramos con una merienda compuesta de arroz, palomitas, refrescos y sobretodo mucha ilusión.
Reconozco haber vivido algún momento de impotencia durante mi estancia en Koni. Resulta impactante que en pleno siglo XXI, aún haya personas que mueran de desnutrición, malaria o que crean que ciertas enfermedades tienen una explicación animista. En el hospital, Nicole tiene también una tarea pedagógica nada fácil. En cada paciente, encuentra mentiras y realidades ocultas que descifrar. Por esto, es muy importante el uso de la dialéctica para conseguir dar con un buen diagnóstico. Así es, mediante preguntas y respuestas, los especialistas sanitarios de Koni tienen acceso a una realidad muy sorprendente: una mujer que oculta un aborto pero acude porque le duele la barriga, otra mujer con parálisis en cadera que no come para entregarle la comida a su marido. Así es Koni, un poblado en el que las mujeres trabajan como unas campeonas y los niños aprovechan los dos meses y medio de vacaciones para trabajar en el campo. Un pueblo en el que conviven personas de distinta religión y de distinto.
Son diversas las tareas que hemos llevado a cabo en Koni: organización del dispensario, pintura y limpieza de algunas zonas, atención sociosanitaria, educación sanitaria, rehabilitación, actividades lúdicas con los niños, cine, clases de español… A lo largo de estos días, hemos podido comprobar la inteligencia e inquietud que tienen muchas personas y especialmente las mujeres. Sin embargo, son muchos los estudiantes que en periodo universitario abandonan sus estudios y este ha sido un tema que a día de hoy sigue preocupándone. El sistema educativo está bastante desorganizado y muchas veces los cursos académicos universitarios empiezan tarde o demoran demasiado tiempo. En un momento de sobremesa, nuestra amiga Nicole, nos emocionó explicándonos las necesidades que tienen los niños de este poblado: “Una bolsa de arroz y un lápiz roto es el material escolar que disponen los niños de este poblado para asistir al colegio. Eso es todo” Después de cenar y en el breve trayecto hacia las habitaciones pude comprobar como mi compañera Gloria llevaba en su mano, a modo de recuerdo, la misma bolsa de arroz que utilizó Sor Nicole para explicarnos la necesidad de material escolar en nuestro pueblo.
En el dispensario de Koni, conocimos a Caterine, una mujer con un problema en una cadera que la mantuvo inmóvil durante mucho tiempo y que ahora, gracias a la Hermana y al trabajo del doctor Juan José Márquez, ya consigue andar. Su marido acude estratégicamente para comer y hay que explicarle que eso no está bien hecho. En una ocasión presencié como la Hermana Nicole se dirigió a él muy furiosa, invitándolo a comer en su casa. Al principio, Caterine sonreía, ahora ya lo entiende y es consciente que es la Hermana Nicole quien realmente la cuida y desea su pronta recuperación. Pudimos compartir tan sólo unos minutos con el Doctor Juan José Márquez, fue él quien la sacó de Korhogó para atenderla mejor en el dispensario de las Hermanitas de la Anunciación. Por si alguien no lo sabe, los hospitales de Costa de Marfil, aunque sean públicos hay que cotizar las visitas y los medicamentos. Tratándose de un país subdesarrollado, los pacientes no pueden permitirse gran parte de los tratamientos y esto tiene una consecuencia muy objetiva: una baja esperanza de vida.
Me ha llamado la atención la cantidad de personas con problemas de desnutrición que hay en esta localidad. De hecho, todos los dispensarios de la zona tienen una parte dedicada a los desnutridos. En esta sección se hace un seguimiento para recuperar el peso correcto y adecuado de los pacientes. Existe una carencia de proteínas, son muy pocos los que pueden permitirse comer algo que no sea “arroz”, plátano frito, “futú” o en el mejor de los casos, el “attieké”. En una ocasión pudimos ver la elaboración artesanal mediante la cual se consigue la mandioca rallada, a continuación se combina con cebolla, tomate y pescado o pollo. Ah, y el “piment”, que no se me olvide. En cuanto a las bebidas, el vino de palma además de ser muy nutritivo es también común en esta zona.
Jamás me han gustado las comparaciones. Sin embargo, veo una falta de organización terrible. Muchos policías con el teléfono en mano, muchos empleados hablando entre ellos sin hacer nada, muchos operarios por las carreteras sentados a la sombra de un árbol. Estoy totalmente convencido que falta orden y organización en este país. Ahora bien, también estoy convencido que Costa de Marfil, concretamente la zona en la que hemos conocido, es un lugar con mucho potencial y mucho amor que ofrecer a la sociedad. Ciertamente, en esto último los países del primer mundo podemos aprender de ellos, especialistas en el arte de amar. Además, cabe decir que Costa de Marfil es ahora un país con cierta inestabilidad política producida, entre otras cosas, por una guerra que tuvo lugar en el año 2002 pero que sigue teniendo a los rebeldes disconformes con el gobierno.
Ya estoy en casa pero sigo pensando en mis vivencias en Korhogo y en Koni. En Costa de Marfil, los niños te escuchan cuando hablas, están atentos en tus clases, sonríen, te llaman, te besan, te abrazan, te dicen que te quieren y además muchos de ellos te buscan para despedirse. Me cuesta dormir, hay niños inteligentes, niñas que desean ser libres, mujeres que luchan por la igualdad y hombres que creen en ellas. Finalmente conseguí dormirme gracias a las sonrisas de los niños y niñas, a los buenos momentos vividos con mis compañeros y con los hermanos Maristas. Me despierto y lo primero que me viene a la cabeza: la Hermana Nicole, ha sido mi icono en Costa de Marfil, una gran madre. Mi madre.
Sergio Pascual, voluntario de SED en Costa de Marfil