Testimonio de José Damián del Castillo desde Comarapa, Bolivia

Después de casi un mes que llevo por aquí, solo puedo dar las gracias a Dios por llamarme a vivir esto. Ha sido un tiempo de todo, de reencuentros, de sentirme en familia, en comunidad, de sentirme acompañado y a veces también solo, pero sobre todo ha sido un tiempo de compartir Vida.

Estar aquí es ver cómo puedo ser feliz sin complicarme tanto como lo hago en mi día a día el resto del año. Qué bonita sensación la de ser feliz solo con una conversación, viendo pintar a un niño o jugando al fútbol los cinco minutos que me dejan mis pulmones hasta que falta el aire. Ser feliz con lo simple.

Las preocupaciones de qué habrá que hacer mañana no existen, porque no lo puedo saber, es una incógnita qué niños vendrán o no, qué querrán hacer, pero sabiendo que sea lo que sea va a estar bien. Vivir el presente sin preocupaciones.

Esa inocencia e incertidumbre en condiciones normales me impedirían disfrutar de lo que vivo, pero Bolivia consigue darle la vuelta de forma radical para enseñarme algo que Jesús enseñó con su vida una y otra vez y que a mí me cuesta tanto aprender, y es que en disfrutar de los pequeños detalles, de las cosas simples, está la plenitud, y doy gracias a Dios por no cansarse de mostrármelo aquí cada día. Aprender de los pequeños detalles.

José Damián del Castillo, voluntario del Proyecto

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