Alegría, cariño, variedad, vida. Son algunas de las palabras que nos vienen a la cabeza al echar la vista atrás a nuestra primera semana en Chibuluma, Zambia.
Vivir en esta comunidad nos ha abierto las puertas a diferentes realidades de las que nos estamos empapando día a día. Por las mañanas vamos a Twayuka, a cuarenta minutos de casa, donde participamos en la vida de su Primary School. Un par de días a la semana nos acercamos al Skills Centre, un centro de formación profesional del Marist Educational Centre donde jóvenes mayores de diecisiete años se pueden formar en distintas disciplinas de carácter práctico como costura, carpintería, hostelería… El fin de semana aprovechamos para pasear por los alrededores, visitar la ciudad, compartir la eucaristía con la comunidad de Saint Michael’s y pasar más tiempo con los hermanos que nos han acogido de forma familiar y cercana.
El camino a la escuela de Twayuka es un momento muy especial de nuestra rutina. Durante el trayecto la gente con la que nos cruzamos nos saluda con alegría y curiosidad, los niños que al principio se asombraban viendo a “basungu” (blancos, en Bemba) empiezan a acercarse al borde del camino, algunas personas se paran y nos preguntan por voluntarios de otros años con una mirada cariñosa y, llegando al final, muchos estudiantes de Twayuka se van uniendo a nuestro caminar.
A la vuelta, nos acompañan chicos y chicas con los que charlamos sobre cómo ha ido el día, cantamos, bailamos y nos vamos conociendo. Resulta difícil separarse y decir hasta mañana.
Twashuka. Afortunados. Así es como nos sentimos hoy. Avanzamos con entusiasmo y ganas de que el tiempo se dilate pues en Zambia el tiempo no se mide con el reloj.
Voluntarias de SED en Zambia