Profetas de nuestro tiempo
Paro. Me detengo. Abro los ojos y estoy en un lugar donde el Evangelio se hace literal para decirme que no hace falta llevarse bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero para encontrarme con mi hermano, porque cuando estoy en un lugar donde se respira a Dios desde que me levanto hasta que me acuesto no me hace falta nada más para ser auténtica, para ser feliz. Cuando vives continuamente en esa presencia de Dios, llegas a contemplarlo en todo lo que te rodea, desde la inmensidad de la naturaleza, los abrazos de los niños, la ternura de los Hermanos, las conversaciones con las familias y hasta en el silencio. La Fe es un don, pero la disposición a la Fe es personal. Es esa disposición la que nos abre el corazón para encontrarnos con Dios en los pobres, desde la sencillez y la humildad, quitando los aires de prepotencia y propiciando una relación de horizontalidad. Porque os aseguro que ellos tienen mucho más que enseñarnos de lo que nosotros podemos llegar a aportar.