Desde que aterrizamos en Bolivia, hace ya más de un mes, o más bien desde que en nuestro proyecto de pareja empezó a latir con más fuerza la idea de vivir esta experiencia, hay una realidad que ha marcado todo el proceso y no es otra que la de querer vivir, sentir y compartir nuestro tiempo tal y como lo hacen en este bello rincón del mundo llamado San José de Chiquitos.
¿Miedos e inseguridades? Todos los que quieras y alguno más, pero,¿acaso los pasos importantes en nuestras vidas no provocan ese temblor de piernas y nudo en el estómago? No era la primera vez que como pareja nos presentábamos ante una situación nueva e importante en nuestras vidas, pero como siempre algo en surgía en nuestras conversaciones y sobretodo en nuestros sentimientos, la enorme confianza de que todo iba y va a salir bien. Con esa confianza y el enorme cariño y respaldo de los nuestros, se concretó todo, hicimos las maletas y aquí estamos.
Y llegamos, llegamos a Bolivia, al final se hizo realidad ese castillo en el aire, mi compañera del alma y yo, en el país que me ha visto crecer en muchos aspectos, camino de formar parte de una comunidad laica y vivir en mi querido San José de Chiquitos. Cuántos sentimientos y todos buenos. Es momento de reencuentros y de mostrar gratitud por tan buena acogida y también momento de papeles y planificaciones de lo que sin duda será un año que como dice Eli “nos marcará para toda la vida y se lo contaremos a nuestros hijos”. Nuestra “nueva” familia tomaba forma y empezó a caminar con el mejor de los recibimientos por parte de Andrés, Eloísa, Andrea y Leonie y así viajamos hasta San José.
Nuevo amanecer, nueva casa, aquí viviremos y este será nuestro pueblo desde esa nueva mañana de primeros de febrero hasta, si Dios quiere, finales de curso. Tocaba deshacer maletas, acomodar la habitación y ¡a disfrutar! Desde que llegamos, son incontables las sonrisas y muestras de cariño que recibimos. Cada reencuentro me hace sentir más en casa y todo eso positivo hace que los momentos de dificultad en la adaptación sean más llevaderos.
Nuestra función en el cole será acompañar a los profes, alumnos y familias desde la orientación escolar y las tutorías. Somos unos “suertudos” y eso nos llena de felicidad. Poder compartir con los chicos y chicas de secundaria sus inquietudes, miedos, éxitos y trabajar hombro con hombro con los alumnos y alumnas de la primaria que más dificultad presentan, es un auténtico regalo. Aprendemos cada día que pasa y los nuevos proyectos y colaboraciones no paran de surgir.
Sin duda alguna si esto es más fácil es por el ejemplo de todas las personas que vamos conociendo en nuestro día a día que viven con una mirada de amor hacia el que tiene al lado, hermanos, profesores, voluntarios y nuestra comunidad. Aquí se vive y respira el compromiso compartido y la esperanza de que un mundo más humano es posible a pesar de todas nuestras limitaciones. ¿Qué sueño despierto? Si es verdad, pero qué ganaríamos si nos quedamos con lo negativo.
Me gustaría terminar esta primera “carta” dando gracias. Unas gracias muy especiales por nuestras familias, amigos y compañeros de trabajo que tanto se interesan por nosotros, la distancia en mucho más llevadera con vuestros mensajes y apoyo. Pero en especial gracias a vosotros, a nuestros padres y hermanos. Sin vosotros, sin vuestro apoyo incondicional y sin vuestra educación dada en todos estos años, no estaríamos respirando este aire nuevo que nos inunda de felicidad y nos llena de una vida nueva que estamos seguro nos acompañará siempre.
José A. Paredes Moreno, voluntario de SED en Bolivia