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Mozambique: Salvar una estrella de mar
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La fuerza de soñar
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Os presento: Serendipia, Talit. Talit, Serendipia.
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“Ahora sé que somos nosotras quienes les necesitamos a ellos”
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Familias Solidarias en el Colegio Maristas Santa María de Collado Villalba
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“Antes de venir a Bolivia, nunca imaginé que el verbo ‘estar’ pudiera tener tantos significados”

Mozambique: Salvar una estrella de mar

“No vais a cambiar el mundo”. En la primera reunión de preparación para los Campos de Trabajo-Misión (CTM), después de preguntarnos cómo nos sentíamos y qué esperábamos al participar en los CTM, esta fue una de las frases iniciales que escuchamos.

Mi deseo siempre fue ayudar, ser útil. No soy megalómano, ni mucho menos inconsciente… y en ningún momento me había propuesto “cambiar el mundo”, pero aún así, confieso que me resultó difícil digerir esas palabras realistas. Intenté racionalizar, me vino a la mente el dicho de que es posible cambiar el mundo una persona cada vez, pero eso tampoco me satisfizo. El mensaje siguió flotando en el aire y preocupándome, porque a pesar de todo lo que podía ambicionar racionalmente, ¿por qué estaba allí si no era para “cambiar el mundo”?

Al día siguiente escuché la historia de la niña y las estrellas de mar: “Un hombre salió a pasear por la playa y se entristeció al darse cuenta de que la marea había llevado miles de estrellas de mar a la arena, que morirían, porque sabía que solo pueden vivir unos minutos fuera del agua. Poco después, vio a una niña muy ocupada devolviendo estrellas al agua. El hombre, compadeciéndose, le dijo: ‘Pero, ¿no te das cuenta de que hay miles de estrellas en la arena? Por más rápido que vayas, nunca podrás salvarlas todas… Tu esfuerzo no tiene sentido’. La niña se agachó, recogió la estrella que estaba a sus pies y la lanzó con fuerza al mar: ‘Para esta sí tuvo sentido’.”

Me reconcilié con la razón. Mi objetivo no era “cambiar el mundo” -nunca lo había sido-, sino “salvar una estrella de mar”, tener un impacto positivo y duradero en alguien.

En Mozambique, entre otras cosas, ayudé a proporcionar acceso a Internet a la escuela de Manhiça y traté de dinamizar a la comunidad escolar (profesores y estudiantes) para que pudieran beneficiarse de esta oportunidad. En este contexto, preparé una clase sobre emprendimiento para los estudiantes del último año de Secundaria y los dos cursos de Bachillerato. Básicamente, presenté algunas imágenes compiladas de la serie “La odisea de la especie”, que mostraba los hitos más significativos en la evolución de la especie humana, a los que llamé “Una historia de emprendimiento”.

También intenté desmitificar algunos conceptos erróneos sobre el emprendimiento. Todo con el objetivo de transmitir el mensaje de que emprender es percibir lo que no está “bien” en nuestra vida, en nuestra escuela o empresa, en nuestra sociedad y, en lugar de quejarnos solamente, emprender es hacer realidad el cambio que consideramos necesario. Emprender es una forma inquieta de ver y vivir el mundo.

En estas sesiones, presentaba el proyecto de proporcionar acceso a Internet a los profesores y estudiantes de la escuela para ayudarles a reflexionar y concluir que ser emprendedor es aprovechar esta oportunidad para conectarnos con el mundo, crecer en habilidades y, con ello, aumentar las posibilidades de nuestro camino.

En muchas sesiones, los estudiantes respondieron muy bien, participaron de manera muy comprometida y sacaron conclusiones más allá de lo que había esperado. Por ejemplo, una niña dijo que “emprender es evolucionar”; un estudiante afirmó que lo que diferencia a un mozambiqueño con acceso a Internet de un joven en cualquier otro lugar del mundo es simplemente lo que cada uno quiere aprender.

Sin embargo, en una de las sesiones, la clase estaba particularmente indisciplinada y, a pesar de mis esfuerzos por engancharlos, terminé con la sensación de no haber transmitido el mensaje. Mientras observaba a los estudiantes salir del aula, un niño se acercó a mí y, en tono confidencial, me dijo: “Usted me ha abierto horizontes”. Se lo agradecí diciendo: “No sabe cuánto bien me hace escuchar eso”. Después de todo, el mensaje había llegado, al menos para un niño, era una “estrella de mar”…

Rogério Ferreira do Ó | Voluntario en Mozambique

La fuerza de soñar

Un día, desayunando con mi mujer, me lanzó la idea de volver a Bolivia durante las vacaciones de verano. Hacía ya 18 años que había vuelto a España después de haber trabajado como Hermano allí durante 15 años. Aunque la COVID estaba empezando a remitir, aún era complicado plantearse un viaje fuera de España. En el horizonte estaban las vacunas pendientes, permisos, billetes de avión, pasaporte COVID, seguros…

Una vez embarcados en este proyecto, todos los inconvenientes se fueron despejando. Con el apoyo de SED se fueron solucionando las cuestiones logísticas y las vacunas fueron llegando a tiempo. Me ilusionaba mucho el reencuentro. Era como volver a mi segunda casa. Allí, en cierto modo, volví a nacer. Me esperaban amigos y compañeros. En Comarapa viví los 10 años más intensos de mi vida.

Una vez llegado a Bolivia, sentí la calidez de la gente con la que compartí hacía ya tantos años. Los caminos y paisajes me remitían continuamente a experiencias vividas, a rostros de personas concretas. Allí fuimos formando un grupo con ganas de soñar. Soñamos un internado para niños campesinos, una escuela de agronomía, un colegio comprometido con el cambio…

Fui testigo en su día del empoderamiento de la gente local. Edily se encargó del internado, Alberto tomó las riendas de la escuela de agronomía y Cristina se convirtió en la primera directora laica del colegio. Curiosamente, 22 años después, estas tres personas siguen liderando estos tres proyectos.

Mi escaso mes en Bolivia ha sido todo un gran regalo. No era cuestión de hacer, sino de estar. Ser presencia. Hacía año y medio que no había clases presenciales. En el internado “Casa Montagne”, necesitaban atención, casi a 30 internos e internas. Las clases online por las mañanas y los deberes por las tardes llenaban el día. Pude acompañarlos en una excursión a la Laguna Verde, un entorno natural privilegiado a unos 7 kilómetros del internado. También acompañé al Hermano Gregorio, en varias ocasiones, a la supervisión de las obras de construcción de una escuelita rural, en El Cadillar, Pulquina Arriba.

Sobre todo, he sido testigo privilegiado de como la educación cambia vidas. Sí, educar con calidad y con valores hace que las personas puedan tener una existencia mejor, más digna, en la que ellos son protagonistas. Aún estoy impresionado y sobrecogido. En Bolivia he oído historias de superación y cambio, y he tenido el privilegio de ver con mis propios ojos la fuerza de soñar y de creer en esos sueños.

 

José Antonio Camposo Díaz | Voluntario de SED

Os presento: Serendipia, Talit. Talit, Serendipia.

Hoy me he despertado feliz, muy feliz, ¿y sabéis por qué? Porque he soñado con Talit. Es un lugar tan especial que cada vez que se me viene a la mente se me dibuja una sonrisa en la cara.

He soñado que volvía allí, a sentir el calor, a comer mangos, a intentar descifrar qué quiere decir cada una de las personas con las que me voy cruzando, a beberme todos los tés que te ofrecen en las casas… A, literalmente, temer por mi vida cada vez que voy por la carretera, a las misas en inglés y bengalí que hasta acabé “entendiendo”, a los ventiladores constantes, a las vacas y cabras en medio de cualquier lugar… Pero, sobre todo, soñé que volvía a convivir con las personas de Talit, con nombres y apellidos. Por eso, me he levantado tan contenta, porque de verdad me he creído que estaba allí.

A principios de este curso, pusimos a la venta unas sudaderas con el fin de recaudar dinero para el Hostel. Cuando pensábamos qué diseño podíamos ponerle, se nos vinieron a la cabeza múltiples ideas, pero nos quedamos con la más sencilla, la que resumía lo que para nosotras significa Talit. Decidimos estampar la palabra “SERENDIPIA” junto con su definición: “Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”. Para cada uno de nosotros, puede significar cosas distintas. Para Fleming, el descubrimiento de la penicilina; para Cristóbal Colón, el descubrimiento de un nuevo continente; el descubrimiento de las patatas chips para George Crum; y para mí, Talit. Como era de esperar, este verano no vamos a poder ir, así que espero seguir soñando con ese calor, tanto del que se te pega al cuerpo, como el que te ofrecen todas las personas que allí te cruzas.

Realmente, si me paro a pensar, lo que yo pude dejar allí es ínfimo comparado con lo que me llevé. Sinceramente, siento que mi mayor tarea está aquí. Mi mayor reto es conseguir canalizar todo lo que conocí, viví y sentí en Talit y ser capaz de transmitirlo aquí. Ninguno de nosotros vamos a salvar el mundo, pero qué importante es que haya personas que intenten conectar unas partes del mundo con otras, que conciencien sobre lo que hay en el lado contrario a nuestra comodidad. Y, gracias a Dios, cada vez me encuentro con más y más personas que lo intentan. Yo me he querido sumar a ellas a mi manera. Este año me quedo con las ganas de volver, pero me las reservo para el que viene, para descubrir nuevas personas, nuevas costumbres y qué ha cambiado allí, pues estoy segura de que serán muchas cosas.

Los niños del Hostel me demostraron que son tan felices allí, que se me encoge el corazón de pensar que llevan meses sin poder pisarlo. Jiji, uno de los Hermanos Maristas del Hostel, nos cuenta que cuando se pone en contacto con ellos para saber cómo están y qué necesitan, le preguntan que cuándo podrán volver, que tienen muchas ganas. Pero claro, este maldito virus golpea a unas partes del mundo más fuertemente que a otras y, de momento, no tienen fecha de vuelta. Me cuesta pensar en el Hostel sin los niños… ¡Qué grande se les tiene que hacer a los tres Hermanos Maristas que viven allí!

Es evidente que si SED actúa allí es porque se trata de una zona desfavorecida y con múltiples necesidades. Así que, os podéis imaginar qué está pasando ahora. Sí, están pasando aún más necesidad si cabe.

A veces me pongo a pensar en las cosas de las que me he quejado estos meses. Que si vaya tela que no puedo ir a tomarme una cerveza con mis amigos; que si qué calor da la mascarilla; que si qué lata las colas que hay en muchos sitios; que si me duele la cabeza de estar todo el día delante de una pantalla; que si me paso el día en chándal; que si tengo que hacer deporte yo sola porque no puedo ir al gimnasio; que si no puedo ir a devolver cosas que me compré justo antes del confinamiento; que si vaya lo que cuesta encontrar ahora una mesa en un bar; que si vaya calor que hace y no puedo ir a la playa a bañarme; que si no paro de abrir el frigorífico y la despensa y comer comida basura… En fin, problemas del primer mundo, ¿no?

Después, se me vienen a la mente tres caras que sitúo en Talit. Las de Jiji, Chema y Malangmei. ¡Vaya labor están haciendo con las familias de la zona! Debido al confinamiento, muchas no pueden ir a trabajar, y os podéis imaginar qué significa eso, teniendo en cuenta que viven al día. Pues bien, estos tres superhéroes comenzaron, tanto con dinero de su Comunidad, como, más tarde, con dinero de un proyecto de emergencia que SED les ha concedido, a repartir comida a las familias de la zona. Y esto, creedme, les está salvando la vida. Porque allí como, desgraciadamente, en otros muchos sitios del mundo, se enfrentan a dos pandemias: la del coronavirus y la de la pobreza, la cual llevan sufriendo mucho, pero que mucho tiempo.

Ahora, solo nos queda rezar, rezar mucho. Porque es evidente que todos, de una manera u otra, estamos sufriendo estos meses, pero no nos podemos olvidar de los que llevan sufriendo mucho tiempo antes que nosotros. Ojalá y todo lo que estamos viviendo nos haga unirnos un poquito más al resto del mundo y a los que sufren. Estoy segura de que eso hará que este mundo sea un poquito más humano.

 

Elena Garmón, voluntaria SED del CTM en Talit, India.

“Ahora sé que somos nosotras quienes les necesitamos a ellos”

Soy Cristina Roldán, voluntaria de SED en el CTM de Talit, India, durante el verano de 2019. Casi un año después de la experiencia en Talit, me siento capaz para escribir un poquito sobre lo vivido allí.

Recuerdo el viaje de ida. Durante el primer vuelo conseguimos dormir bastante y estuvimos entretenidas jugando y viendo pelis. En el segundo vuelo… los nervios y las preguntas se apoderaron de mí. Preguntas tan simples como, ¿qué hago aquí…? que hasta ese momento no me había planteado.

Llega el momento de abrirse las puertas del aeropuerto para poner los pies sobre Calcuta. Ya sí que no hay marcha atrás. Comienza la aventura. Los dos hermanos, Jiji y Malagmei nos estaban esperando a las tres junto con las sisters. Recuerdo mucho calor…un calor que seguro no olvidaremos, calor que se pega a ti y no se separa hasta que vuelves a España; recuerdo caos pero dentro de su propio orden establecido; ruido, mucho ruido…claxon sonando continuamente y mucha gente hablando al mismo tiempo; muchas luces debido a la decoración de los camiones de allí…

Tras unas horas en la furgoneta, al fin llegamos al hostel. Un sitio que sin darnos cuenta ya se había convertido en nuestra casa desde el momento en que nos bajamos de la furgoneta. Algunos de los chicos nos esperaban para conocernos y ayudarnos con el equipaje. Todos callados, nos miraban con curiosidad y con una sonrisa en su rostro. En este momento aún no sabíamos lo que escondían estos niños, pero tardamos poco tiempo en saberlo. Aquello que escondían es algo que por mucho que quiera explicar hay que vivirlo. Chicos serviciales, trabajadores, respetuosos, atentos, alegres…con edades entre 7 y 17 años, capaces de hacer todo lo que se propongan, sin miedo a intentarlo. Cincuenta y pocos niños que, sin duda, fueron (y son) nuestro regalo en la India junto a los tres Hermanos Maristas.

Durante nuestra estancia allí nos dimos cuenta de que esos niños no nos necesitan, se valen por sí mismos pese a su edad tan temprana. Cada día se organizan entre ellos y se reparten las diferentes tareas de la casa. Cada uno tiene un rol. Tienen su propio huerto el cual cuidan de un modo asombroso, lavan cada día su ropa en la pila que tienen y la dejan mil veces mejor que nosotras, ayudan diariamente a la cocinera a preparar su comida, lavan las cosas después de comer, tienden la ropa y están atentos de la lluvia para quitarla y evitar que se moje de nuevo…

Ropa tendida… algo simple que hacemos en nuestro día a día y que en ellos lleva muchos valores detrás, ese ser trabajadores y atentos como dije al comienzo. Me recuerdan al cuento de la cigarra y la hormiga, donde estos niños, obviamente, son las hormiguitas.

Como niños que son, también tienen momentos de jugar y pasarlo bien. Algunas tardes dedican un rato a jugar al fútbol en grupos en el gran campo de césped que hay en la parte de atrás de la casa. Y, cada noche después de cenar tienen una hora de ocio donde juegan por grupitos pequeños a diferentes juegos: cartas, “crawbard” (típico juego de allí), cricket… Sin duda, una de las imágenes más bonitas que guardo en mi cabeza era verles jugar cada noche junto a los 3 Hermanos Maristas. Juegos de los que aún no nos hemos enterado de las normas porque las cambiaban cada día.. jaja

De la comida decir que todo estaba riquísimo y que comíamos mucho pero eso sí… pique y más pique. Yo creo que nuestros estómagos aún no se han recuperado.

Todo lo celebran con bailes y así fueron nuestra bienvenida y nuestra despedida de la India. Llevan el ritmo en la sangre.

Todos los momentos que hemos vivido están marcados por los ventiladores de techo que son algo muy característico de allí. Y… ¡benditos ventiladores! jeje.

Es increíble cómo se acostumbra tu mente de un segundo a otro. El primer viaje por carretera fue cuando nos recogieron del aeropuerto, íbamos algo “asustadas” porque las normas de tráfico no se parecen para nada a las nuestras… Conforme pasaban los días, ir por carretera era disfrutar viendo todo lo que había alrededor, sin prestar atención a los coches, buses o diferentes transportes que teníamos a un milímetro de nosotros. Pero, sin duda, el primer viaje en tren no lo cambio por nada, eso sí que era caos y risas aseguradas.

Nunca pensé que ir a un museo donde apenas entendíamos nada nos gustaría tanto. El truco estaba en que los museos eran los únicos sitios donde podíamos disfrutar del aire acondicionado.

Durante nuestra estancia allí, tuvimos la oportunidad de conocer a tres aspirantes a Hermanos Maristas con lo que tuvimos la suerte de compartir parte de nuestra experiencia. Ahora, están en Filipinas formándose para ser miembros de esta congregación a la que tanto queremos.

No puedo olvidarme de Calcuta. Una visita de apenas 3 días pero muy intensa. Solo puedo decir que ojalá todo el mundo tuviera la oportunidad de conocer alguna vez esta ciudad llena de rincones, historias, miradas, olores, ruidos, personas y más personas,…Aquí aprendí la expresión ¡bendito caos! Y así es. En Calcuta, al igual que en Talit, detrás de todo ese caos me encontré hospitalidad, cariño, acogida, ganas de conocer… y, sobre todo, ganas a aprender más sobre su cultura.

En nuestra estancia en la India nos dimos cuenta de lo que significa ESTAR y eso lo hemos aprendido gracias a la gente con la que vivimos durante ese mes de agosto: hermanos, niños, postulantes, sisters, gente de la aldea y alrededores… Al principio íbamos con ganas de hacer mil cosas y con prisas y al poco tiempo fuimos conscientes de lo importante que es estar y dejar de hacer. Un CTM de convivir, de escuchar, de pensar y pararse en lo verdaderamente importante. Eso ha sido Talit para mí.

Doy gracias a Dios por haber puesto en mi camino a todas y cada una de estas personas. Antes de ir a la India pensaba que ellos, en especial los niños, nos necesitaban a nosotras, pero ahora sé que no, que somos nosotras quiénes los necesitamos a ellos. Cuando pienso en gente auténtica, pienso en todos ellos. Son tal y como se muestran, transparentes. Y no puedo evitar decir que estoy enamorada de mi experiencia en Talit. Y, especialmente, enamorada de la vida de los hermanos que viven con estos niños para hacer que sus vidas sean algo más “fácil”.

Y sí, claro que echo de menos muchos de los momentos vividos con ellos: oraciones con la comunidad, paseos en bici rodeadas de vacas y cabras, pitidos de camiones, ir todo el día descalza, bailes de los niños, la comida y su pique, el descubrimiento del mango y la papaya, saltar en los charcos después de haber llovido, jugar con ellos, reírnos… Y muchas cosas más que sería imposible enumerar. Pero lo que más voy a echar de menos es no poder volver este año debido a la pandemia mundial que está sucediendo… y tener que esperar un año más para, si Dios quiere, volver a repetir esta gran experiencia.

Termino con la última frase que dijo uno de los niños al despedirnos de ellos en nuestro regreso a España: “No lloréis porque hemos sido felices de teneros aquí, nos vemos el próximo año”. Una pequeña muestra de lo especiales que son estas pequeñas personitas.

Una vez más, sobran las palabras.

Cristina Roldán | Voluntaria de SED

Familias Solidarias en el Colegio Maristas Santa María de Collado Villalba

Estos días tan especiales nos han traído muchas novedades, algunas muy tristes, otras muy sacrificadas, pero que han despertado en todos, grandes y pequeños, la bondad y los sentimientos nobles que hay en cada uno. Igualmente, no son pocos los aprendizajes que nos están haciendo mejores personas. Cada día aplaudimos a los profesionales que nos ofrecen los servicios indispensables para vivir y agradecemos así la generosidad de su entrega. Hay gestos de solidaridad que nos emocionan hasta las lágrimas.

En nuestra comunidad colegial tenemos personas que entregan lo mejor de sí mismos, su tiempo, su trabajo y su sonrisa, poniendo todo esto al servicio de los más desprotegidos y necesitados de nuestro entorno. Hablamos concretamente de FAMILIAS SOLIDARIAS. Con verdadera emoción hemos sabido de la creatividad y diligencia que les ha llevado a fabricar mascarillas y proveer de ellas a quienes más las necesitan a través de Cáritas de la Sierra. Desde aquí hacemos la invitación a cuantas personas quieran ofrecerse para colaborar con este trabajo desde su domicilio. La actividad tiene un valor añadido: hacerlo en serie y en familia. Todos pueden colaborar.

La ONGD SED de los maristas, a través de su Delegación de SED IBÉRICA y la Fundación EDELVIVES, se ha ofrecido a coordinar y financiar el costo de los materiales necesarios para la fabricación de las mascarillas. También otros centros maristas de la provincia Ibérica se han unido al proyecto y están trabajando, cada uno en su entorno.

Desde el equipo de Pastoral Social del Colegio Marista Santa María nos  sentimos orgullosos del grupo de voluntarias y voluntarios ‘Familias Solidarias’, por la rapidez de respuesta, de ayuda y de profesionalidad que están teniendo. Nos hemos unido al proyecto promovido por nuestra ONGD SED y la Fundación Edelvives para la fabricación  de mascarillas, que ahora mismo son tan necesarias.

En Villalba, Cáritas de la Sierra, a la vista de la realidad local, ha tenido que abrir un nuevo comedor social con voluntarios y voluntarias que no tienen suficiente material de protección frente al COVID-19. Es a este colectivo a quienes hemos hacho llegar nuestras  primeras 100 mascarillas. Pero no conforme con ello, las voluntarias Maristas locales tienen previsto hacer llegar otras 400 la próxima semana a Cáritas Parroquial, hospital de Villalba y residencias.  ¡Ánimo  y enhorabuena!

Si este gesto de bondad ha movido tu corazón, y quieres colaborar, no dudes en enviar tu ofrecimiento y tus datos Pastoral Social del Colegio Santa María (Pilar Montón) o a la Coordinadora de las Madres Solidarias.

Pilar Montón (Pastoral Social)

 

“Antes de venir a Bolivia, nunca imaginé que el verbo ‘estar’ pudiera tener tantos significados”

Un saludo con todo mi cariño y afecto para todingos y todingas que leéis esto. Ya ha pasado un mes desde que llegué a esta bendita tierra y el tiempo vuela como tucán entre tajibos, toborochis y paquiós.

Y es que la vida en Roboré y en las comunidades, por mucho que hablen del carácter calmado del camba, no cesa. Con el comienzo de curso, reuniones y actividades en el colegio, los días pasan muy rápido y casi sin darte cuenta de ello.

Todo sin olvidar el principal motivo por el que estoy aquí: ESTAR.

“Antes de venir a Bolivia, nunca imaginé que el verbo ‘estar’ pudiera tener tantos significados”

Estar significa acompañar a esa familia mientras tomas un café; estar también significa reír sin parar por bromas y comentarios que hacen los becados entre ellos y hacia mí; estar significa jugar con las niñas del Hogar de San Francisco al Twister o al Uno y disfrutar escuchándolas reír; también significa hablar con los hermanos durante largos periodos, escuchando historias que te han podido contar mil veces, pero sintiendo que son felices compartiendo contigo y notando como se para el tiempo a cada rato que pasamos juntos; pero lo más importante, estar significa compartir momentos, y sobre todo, compartir vida.

Visitas a las familias, a las que después de cinco años consideras parte de ti, esos “tíos”, “primos” o “abuelos” que estás tiempo sin ver porque viven fuera, pero que por mucho que pase el tiempo siguen así y a los que no nombro porque seguro que se me olvida alguno. Siempre tan agradecidas, con ese cariño que desborda por los cuatro costados y con tantos recuerdos de toda la gente que habéis estado por aquí.

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Los hermanos, qué decir de ellos. Además, contando este año con la suerte de tener un hermano más, por lo menos hasta julio. Esos hombres tan llenos de vida a pesar de la edad. Esos ejemplos de entrega desinteresada, reflejos de Dios en el mundo. Incansables cada uno dentro de lo suyo.

A Vidal, en la coordinación del colegio, no se le escapa una. Obras, reuniones, actos cívicos, siempre el primero en todo. Jesús, con sus paseos de hora u hora y media todos los días. Siempre después de haber dado los buenos días a todo el personal del colegio y habiendo regalado un caramelo, eso sí, solo a las profesoras. Además, de algún que otro día llevar la comunión a varios enfermos del pueblo. Sebastián, el nuevo hermano, apasionado y amante de la Chiquitanía y de su naturaleza. Paseando por el colegio, saludando a los chicos, cuidando el patio en sus momentos libres.

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Convivencias con los becados, con los profes y con pastoral (para empezar con fuerza la nueva gestión escolar). Juegos, gymkhanas, baños en los balnearios de Roboré, disfrutando momentos juntos y compartiendo tiempo y reflexiones que nos ayudarán a tener un fantástico año o, por lo menos, a poner todo nuestro empeño para que sea así.

Este año veinte becados, solo de quinto y sexto de secundaria. La educación en la unidad educativa de Limones va avanzando – en mayo o junio se estrenará el nuevo edificio – y cada vez hay menos becados. Pero el proyecto y la ayuda siguen, de otras formas y quizá con miras a buscar nuevos retos, pero seguimos al pie del cañón.

Con las niñas de San Francisco es disfrutar de la sencillez. Niñas que pasan solas tanto tiempo, son felices con tan poco, viendo una peli, haciendo una manualidad en goma eva o yendo a pasear al río. Y siempre con esa felicidad que les caracteriza y con ese “gracias” desde el corazón cada vez que nos vamos.

El trabajo en el colegio y en las comunidades es otro de los puntos fuertes. Cuando uno trabaja poniendo cariño en lo que hace, poniendo todo su entusiasmo para que salga todo lo mejor posible, cuando el trabajo es una vocación, las letras muchas veces cambian y se transforma de profesión a pasión. Apoyo escolar a los niños, acompañamiento a profesores y a chicos en el colegio y en la pastoral o apoyo psicopedagógico serán algunas de las funciones que con alegría y entusiasmo llevaré a cabo. Siempre teniendo presente la frase de Marcelino: “para educar a un niño (adolescente, adulto) hay que amarlo”.

Y todo esto es mi día a día. Un día a día que disfruto e intento vivir a tope exprimiendo cada segundo para que nada se quede sin vivir. Y así seguiremos hasta diciembre, cuando me toque volver a decir adiós. A todos los voluntarios de SED que tengáis inquietudes, aquí os espero. Estoy seguro, como me ha pasado a mí en otras ocasiones, que os enamoraréis de esta tierra y de su gente.

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Muchos saludos para todingos y todingas sintiéndome desde España muy querido y acompañado.

Luis Alberto | Voluntario de SED

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