¡Todo aquí, ilusiona!
Es una pena que, con la vida que llevamos, muchas veces hayamos perdido la ilusión por las pequeñas cosas del día a día.
Tenemos tantas cosas que, en muchas ocasiones, no apreciamos los pequeños momentos que la vida nos proporciona.
Nuestros hijos, y nosotros mismos, nos hemos acostumbrado a tener casi de todo y es difícil sorprendernos.
La capacidad de ilusión de los niños de la comunidad de Samac, es infinita. Su vida está llena de pequeñas ilusiones que, a mí, me dejan con la boca abierta.
Poder comer dos veces al día es como para nosotros acudir a un bufet. No se dejan nada. No retiran lo verde o lo rojo como hacen nuestros niños en el comedor del colegio. Todo alimenta, todo está rico. Quién sabe si por la noche habrá cena.
Utilizar cubiertos es toda una novedad. En sus casas no tienen, comen con las manos. Obligarles a utilizarlos en la escuela fue todo un reto que, aún hoy, les cuesta. Pero les resulta muy divertido aunque, en ocasiones, si el hambre aprieta, vuelvan a las manos.
Que salga agua de un grifo es pura magia. Todavía recuerdo sus risas cuando lo vieron por primera vez en la escuela. Hoy todavía, pasan varias veces por el baño por el simple hecho de ver salir el agua. Y de la taza del wáter ni hablamos.
Un abrazo, una sonrisa, es algo que a diario reclaman grandes y pequeños. Incluso las maestras necesitan de esa atención especial de alguien que viene de fuera, simplemente, a estar para que sepan que existen para el resto del mundo.
Montar en un columpio es como ir a Disneylandia. No sabían ni utilizarlo pero ahora se pelean por conseguir un sitio. Hubo que enseñarles cómo se podían columpiar.
Un “carro” que les vaya a buscar a sus aldeas (las que tienen acceso) para que no tengan que bajar a la escuela caminando bajo la lluvia y pisando lodo, se convierte en un bonito viaje lleno de risas y canciones.
Leer en un libro con páginas de colores es increíble. Es como si acabaran de descubrir el rojo, el verde, todos los colores… Suelen tener libros fotocopiados y que les hayan llegado “libros de verdad”, es pura fantasía.
Ver una película con un proyector, ni os cuento. Se sorprenden ante cosas que no sabían que existían: semáforos, parques, piscinas, edificios enormes, playas… Los ojos se abren enormes para empaparse de todo y preguntar por todo ese mundo que se les muestra en la pantalla. Un mundo fantástico, mágico, increíble…
Poder trabajar con una “computadora” en la clase, ha sido una de las actividades más deseadas. De pronto se ven capaces de encender y buscar información en ese aparato que nunca antes habían visto. Su felicidad es infinita y su destreza increíble.
Pero lo más increíble que he visto, fue cuando les regalaron un lapicero y un sacapuntas. Sus caras te decían que no hacen falta muchas cosas para hacer feliz a un niño. Era como si les hubieran regalado el IPAD de última generación.
Quizás, en el primer mundo, estemos equivocados al ofrecerles a nuestros niños tantas cosas.
Quizás deberíamos “racionarlas” para mantener la ilusión y hacer que valoraran más las pequeñas cosas de la vida.
Quizás no sea demasiado tarde.
Por esto y mucho más, me encanta venir a Guatemala.
Vuelvo a sentir la ilusión por las cosas pequeñas que la vida te ofrece, como la sonrisa de un niño o su mirada tan limpia.
Silvia Fondón | Voluntaria de SED
Gracias Anita. Algún día. "primero Dios" ( si Dios quiere), compartiremos experiencia. Un besazo